Síganme los buenos:
Subido el 16 de junio de 2017
Comerciantes de duda (continuación)
Los personajes
Como dije en la introducción, este no es un cuento fácil de seguir. Muchos nombres y muchas fechas. Y si empiezo este resumen con un montón de nombres y fechas, estoy seguro que se van a quedar dormidos. Entonces a medida que avanzo, voy a intentar siempre poner las fechas en contexto y voy a intentar mencionar solo los nombres más importantes.
Habiendo dicho eso, definitivamente debemos comenzar con los cuatro comerciantes de duda más importantes. Ellos eran los individuos con los credenciales, la reputación, la palanca, y los medios económicos para dirigir las acciones gubernamentales y la opinión pública en contra de la regulación. Sus nombres: Frederick Seitz, Robert Jastrow, Bill Nierenberg, y Fred Singer1. Pero es más fácil si los llamamos Cabrón # 1, Cabrón # 2, Cabrón # 3 y Cabrón # 4. Con el cuarto siendo el cabrón más grande de todos.
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Se pronuncian Saits, Yastrou, Nirenberg, y Singer↩
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El proyecto estadounidense que creó la bomba atómica↩
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El alquitrán siendo uno de los residuos más comunes de la quema de tabaco↩
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Pronunciado jil and nolton↩
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Aunque estos tenían que ser aprobados por los abogados de la industria↩
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Arma # 2, abnegación↩
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Arma # 1, magia↩
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Quizá no necesariamente el despliegue de las bombas, pero si el hecho de que desarrollamos esta tecnología antes que los Nazis↩
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La cual hace ver a la bomba atómica como un petardo↩
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Pronunciado detant↩
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Sería como tener visión de laser en un juego de la gallina ciega↩
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Pronuciada pareid↩
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Era como el anti‑Carl↩
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El imbécil que perdió la carrera presidencial contra Lyndon Johnson en 1963↩
Estos cuatro hijos de puta tienen muchas cosas en común. Todos son (o eran) físicos muy educados, con carreras exitosas en física atómica o astrofísica, y casi todos fueron hijos del Proyecto Manhattan2. Durante la Guerra Fría, todos estos individuos desarrollaron un odio apasionado hacia el comunismo, una fe casi que religiosa hacia la tecnología, y aseguraban que el progreso de la humanidad solo se puede acelerar mediante una ideología capitalista. También cabe mencionar que en las últimas décadas de sus vidas, todos estos desgraciados dejaron totalmente de hacer estudios científicos. Principalmente porque constantemente se daban encontronazos con otros científicos—entonces decidieron dedicarse a aconsejar entidades gubernamentales, rodeados de políticos, en donde se sentían como en casa.
El Cabrón # 1 era el más viejo de todos. Él fue el primero en afilar las armas de duda de las que hablamos, y el primero en usarlas para favorecer a la Industria Tabacalera. Empecemos por esta historia:
Primera historia: el tabaco
Debido a la complejidad de esta (y todas las historias en el libro) debo empezar cada historia mostrándoles una pequeña línea de tiempo de los eventos más relevantes. Mientras leen, depronto van a querer volver a esta foto, así que pueden hacer click aquí para abrirla en otra pestaña de su explorador y echarle un vistazo cada vez que sientan que han perdido la línea.
El tabaco ha sido un producto de una demanda altísima incluso desde la época colonial; y después de la revolución industrial se convirtió en una industria multimillonaria, con ingresos cada vez mayores. Pero un día en 1953, le corrió un escalofrío por las espaldas de todos los empresarios tabacaleros cuando la revista Reader’s Digest publicó un artículo titulado “cáncer en cajetillas”. Esta primera plana fue el resultado de un estudio hecho en ratas de laboratorio a las cuales se les untaba la piel con pintura de alquitrán3. El resultado fue que casi todas las ratas desarrollaron cáncer. Y así, se marcó el inicio de una guerra que la Industria Tabacalera ha estado peleando hasta el día de hoy. Sin embargo, en la época de los 50s los tabacaleros cayeron en cuenta que no podían pelear solos, y fundaron una alianza con Hill+Knowlton4 (una muy respetada firma de asesores) quienes establecieron inmediatamente que había que responder estos ataques con “estudios” propios. Bajo esta asesoría se fundó ‘El Comité Industrial para la Investigación del Tabaco’ en 1958 el cual (en sus propias palabras) era un “programa investigativo dedicado principalmente al interés público”. Así fue como se empezaron a forjar las armas de duda—empezando por el Arma # 1 (magia)—al formularse ciertas preguntas que distrajeron la opinión pública e hicieron que la gente se preguntara si los estudios relacionados con el cáncer pulmonar eran confiables. Preguntas como:
Todas preguntas válidas, y todas tenían una respuesta científica. Pero una respuesta no era lo que la industria estaba buscando. Formulaban estas preguntas en escenarios públicos donde nadie se podía sentar a explicar los estudios sin que la audiencia se aburriera. Además la mayoría de las veces eran conversaciones de una vía, como panfletos y artículos de revista llenos de preguntas abiertas como las que mencioné—dejando al lector totalmente confundido. Por ejemplo, se publicó un folleto llamado “Una perspectiva científica en la controversia del cigarrillo” el cual fue enviado a 176,800 doctores, a alrededor de unos 15,000 columnistas, y algunos miembros del congreso. Estas personas (obviamente) no sabían las respuestas a estas preguntas, y simplemente quedaban confundidas… y la duda había sido sembrada… Para rematar, la Industria Tabacalera usaba el Arma # 4 (la ilusión de un debate) casi que como una mafia, amenazando a los medios de comunicación con las consecuencias de no presentar ambos lados del argumento.
A principios de los años 60 el gobierno empezó a mirar este problema más a fondo, y para 1964 el Director general de Salud Pública expidió un reporte que decía que los fumadores eran 20 veces más propensos a desarrollar cáncer pulmonar. Hoy en día nadie puede negar esto, pero que hizo la Industria Tabacalera? Arma # 2 (abnegación), para 1969 la Industria Tabacalera mantenía en firme que no existia “ninguna relación causal demostrada entre fumar y cualquier enfermedad”. Y lo que es más, le cambiaron el nombre al Comité Industrial para la Investigación del Tabaco a ‘El Comité para la Investigación del Tabaco’, dejando de usar la palabra “industrial” para que la gente no pensara que estaban relacionadas. Mediante este comité le metieron unos 7 millones de dólares a diseminación de la duda durante los años 70.
Fue una batalla implacable, pero para finales de los 70 la opinión pública se estaba inclinando más hacia la noción de que fumar es malo. Lo que llevó a que en 1979 la Industria Tabacalera se diera cuenta que había que combatir la ciencia con ciencia, o por lo menos con científicos. Y aquí es cuando el Cabrón # 1 aparece en la escena. Le dieron 45 millones de dólares directamente a él para distribuirlos a grupos investigativos de su gusto5 con el fin de desarrollar “un cuerpo extensivo de información, concreta y científica, útil para defender a la industria”.
Durante todos estos estudios la industria defendió a diestra y siniestra el hecho de que había “zero evidencia”6 de que el cáncer pulmonar pudiese estar ligado directamente con el tabaco, debido a que hay otros factores como el asbestos, el radón, o la contaminación7. Mejor dicho cualquier cosa...pero definitivamente no sus cigarrillos… Una estrategia que resultó ser muy efectiva, siendo que se mantuvieron en pie por treinta años sin perder ni siquiera un solo caso en la corte—incluso después de que cortaron todos sus nexos con el Cabron # 1 en 1985.
Esta historia la vamos a continuar más adelante, pero por ahora les puedo contar que no fue sino hasta el año 2006 que la industria fue encontrada culpable en la corte por primera vez, a pesar de que sabíamos los peligros del tabaco desde la década del 50. Hoy en día, la Organización Internacional de la Salud tiene claro que fumar es la causa probable de veinticinco enfermedades diferentes, que fumar es responsable por cinco millones de muertes al año, y que la mitad de estas muertes ocurren a mediana edad. Pero nos tomó cincuenta años llegar a este punto. Por qué?... Bueno... pues hubo un memorándum interno escrito por ejecutivos tabacaleros en 1969 que decía “la duda es nuestro producto”... precisamente por eso.
Segunda historia: las armas nucleares
Nadie puede negar que la bomba atómica nos salvó de las garras del fascismo8. Pero después de la guerra, la mayoría de los físicos que ayudaron a crearla, se dieron cuenta que la fabricación descontrolada de estas armas de destrucción masiva era una pésima idea—y que la cantidad de armas nucleares en el mundo debía mantenerse a un mínimo. La mayoría de los físicos excepto el Cabrón # 1 por supuesto. Él sentía muy dentro de su corazoncito frío y triste que si no fabricabamos un montón de bombas, los Soviéticos iban a tomarse al mundo entero. Convencido de esto, unió sus fuerzas con Edward Teller (el padre de la bomba de hidrógeno9) para persuadir a la Casa Blanca, y al público en general, a que creyeran que había que hacer todo lo posible para tener superioridad nuclear si queríamos protegernos de los peligros del comunismo y el socialismo. Aqui esta la línea de tiempo:
En 1969, al principio de la administración de Nixon, hubo un esfuerzo para aliviar las tensiones geopolíticas entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Este fue llamado Détente10 (lo cual significa relajación en Francés), y tenía como objetivo principal reducir el armamento nuclear de ambas naciones. Sin embargo, muchos grupos de expertos conservadores (o como se les llama en inglés “think tanks”), se opusieron a este esfuerzo. El Cabrón # 1 y Ed Teller eran los niños símbolo de estos think tanks, e hicieron todo lo posible para hacer que el mundo entero llegara a la siguiente conclusión: siendo que no sabíamos lo que los Soviéticos estaban tramando, había que asumir lo peor.
Tenían razón en la primera parte—no sabíamos lo que los Soviéticos estaban tramando—entonces la ‘Agencia Central de Inteligencia’ (o CIA, por sus siglas en inglés) se puso a cargo de esa tarea. Eventualmente publicaron un reporte en el cual (de acuerdo con lo que pudieron encontrar) los Estados Unidos eran superiores en todos los frentes. Pero el Cabrón # 1 y Ed Teller no les creyeron. Estos dos exigieron que otra agencia evaluará la situación, y la ‘Agencia de Defensa e Inteligencia’ (o DIA, también por sus siglas en inglés) recaudó lo que pudo y publicaron un reporte que estaba en desacuerdo con el de la CIA. Lo curioso es que no estaban en desacuerdo con el tamaño del ejército Soviético, estaba en desacuerdo con el costo de este ejército. De acuerdo a la DIA el ejército Soviético había costado el doble. De cualquier forma, los Estados Unidos eran superiores.
A causa de este desacuerdo, un grupo de “expertos” fue formado en 1976 para repasar los múltiples estudios relacionados con la capacidad militar de los Soviéticos. Este panel fue llamado el ‘Equipo B’ y desafortunadamente estaba compuesto por un montón de tipos que ya estaban convencidos de que la CIA estaba subestimando a los Soviéticos—y para peor de males, Ed Teller era el reseñante de los reportes.
Este Equipo B resultó ser una pésima idea. El panel que lo conformaba estaba compuesto por un grupo de neoconservadores y amantes de la guerra quienes sólo obedecían a sus paranoias comunofóbicas. Estos personajes constantemente decían que los Soviéticos se estaban fortaleciendo, y que muy pronto serían superiores a los Estados Unidos en temas nucleares—pero pocas pruebas de esto fueron puestas sobre la mesa.
Su estrategia más común era tomar ventaja de las incertidumbres y usar el Arma # 3 (las pinzas) para hacer denuncias alarmantes. Por ejemplo: ambas potencias (los Estados Unidos y la Unión Soviética) estaban trabajando fuertemente para desarrollar un nuevo mecanismo de de detección submarina—diferente al que comúnmente se usa, llamado Sonar. Esto sería ventajoso porque los submarinos con sistemas de Sonar revelan su posición cada vez que encienden sus detectores. Por esa razón, un mecanismo diferente (desconocido por sus enemigos) era de gran interés porque le daría prácticamente la ventaja de ver sin ser visto11. Tal mecanismo nunca fue encontrado, pero en medio de la paranoia el Equipo B concluyó que el hecho de que estábamos detectando tan pocos submarinos enemigos era prueba de que los Soviéticos habían encontrado este mecanismo mágico—en vez de llegar a la conclusión razonable de que simplemente los Soviéticos no tenían tantos submarinos. C. S. Lewis (el escritor) resumió perfectamente esta forma de pensar como “la falta de evidencia en sí es entonces vista como evidencia; la ausencia de humo quiere decir que el fuego está escondido muy cuidadosamente...”
El Equipo B estaba haciendo lo opuesto de lo que la Industria Tabacalera estaba haciendo. Por esto es que el Arma # 3 tiene dos filos, uno puede tomar con pinzas las incertidumbres y decir “ven, no se puede llegar a ninguna conclusión con tanta incertidumbre” (como la Industria Tabacalera estaba haciendo), o, uno puede tomar con pinzas detalles minúsculos y decir “¡AJA! Esto significa que todas nuestras suspicacias son totalmente reales” (que es lo que el Equipo B estaba haciendo).
Afortunadamente el presidente Jimmy Carter no le prestó mucha atención a este montón de lunáticos, pero una vez Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca en 1981, él sí paró oreja. Reagan incluso hizo a un par de estos gilipollas sus consejeros, y juntos crearon (en 1983) una idea a la que se le llamó la ‘Iniciativa Defensiva Estratégica’ (IDE), o más conocida como Star Wars.
Star Wars tenía el fin de crear una red gigantesca de satélites que le dispararía a cualquier misil nuclear procedente de la Unión Soviética. No nos debería sorprender que esta resultó ser una idea terrible. En primer lugar, la tecnología ni siquiera se había probado aún, y tomaría décadas construirla. En segundo lugar, probablemente terminaría provocando a los Soviéticos. Es como ser el nerd de la clase en el colegio y anunciarle a todo el curso que nuestros padres nos comprarían una burbuja gigante (el día de mañana) para que el bully de la clase nunca más nos pudiese golpear. ¿Que creen que va a hacer el bully? Pues una de dos: o golpearnos ya, antes de que nos compren la burbujita, o peor, traer una aguja gigante mañana para explotar la burbuja y golpearnos una y otra vez, por intentar tramarlo.
De todas formas, lo que sucedió después fue bastante grato. Básicamente todos los científicos con los credenciales para construir este tipo de “escudo” le dijo a Reagan que se fuera a comer un taco de mierda. El mayor problema de la IDE (o Star Wars) era que solo se necesitaba que pasara UN misil para destruir ¡una ciudad entera! Y los Soviéticos tenían la capacidad (en esa época) para lanzar unas 8000 cabezas nucleares… Lo más seguro es que al menos una de esas 8000 pasaría intacta ante este escudo mágico que Reagan y su grupo de cabrones tenían en mente. Y lo que es peor, ¿Cómo se pueden hacer simulacros de prueba para este tipo de sistemas?, ¿Dispararnos un montón de misiles a nosotros mismos?, ¿Qué pasaría si el escudo no pasa las pruebas? (como sucede muchísimo con cosas relacionadas al espacio).
El grupo que se opuso a la IDE era en parte liderado por Carl Sagan, quien escribió un artículo científico explorando las consecuencias de un intercambio de misiles nucleares entre las potencias mundiales. El artículo fue publicado en 1983 (el mismo año en que se anunció Star Wars) y luego fue conocido como TTAPS, un acrónimo hecho con los apellidos de los autores. En este artículo se explicaba que una guerra nuclear podría terminar en una extinción masiva de las especies terrestres. No por las explosiones en sí, sino por el humo y la cenizas que se alzarían después de estas. La explicación es simple; el asteroide que borró a los dinosaurios del mapa, no lo hizo durante su impacto. Lo hizo después, cuando una nube gigantesca engulló a la Tierra por varios meses, y enfrió la atmósfera de una forma significativa—creando lluvia ácida por doquier. La falta de luz solar, y la atmósfera venenosa, aniquiló a los reptiles gigantes de sangre fría y dejó apenas a unos cuantos mamíferos a cargo de la Tierra. TTAPS (el artículo de Carl) nos decía que algo similar pasaría si unas cuantas cabezas nucleares explotasen—dejando a unas cuantas cucarachas a cargo de la Tierra. A esta hipótesis se le llamó ‘El Invierno Nuclear’, y fue una idea bastante controversial especialmente porque Carl publicó un resumen del artículo en la revista Parade12 un par de días antes de que el artículo en sí fuese publicado—y Carl no se tomó la molestia de suavizar el tema.
Como era de esperarse los comerciantes de duda respondieron al ataque. Reclutaron un nuevo miembro: El Cabrón # 2, quien (tal como el Cabron # 1) detestaba al comunismo y creía que la tecnología era nuestra mejor (y única) solución a todos los problemas. El Cabrón # 2 también era un astrofísico muy famoso en la televisión (tal como Carl13), y él sabía muy bien lo que debían hacer. Si el Comité para la Investigación del Tabaco había funcionado para defender a la Industria Tabacalera, ¿Por qué no crear una institución similar para defender a Star Wars? Lo llamaron el ‘Instituto George C. Marshall’, fundado en 1984. Y con su influencia eventualmente convencieron al congreso estadounidense que aprobara Star Wars, a pesar de que nadie sabía quién lo iba a construir.
El arma favorita en este debate fue el Arma # 6: atacar al eslabón débil. Al parecer TTAPS (el primer estudio del Invierno Nuclear), no fue tan acertado como hubiese podido ser. Modelos más avanzados que vinieron después ajustaron las predicciones y revelaron que en vez de enfriarse unos 20°C, un Invierno Nuclear más realista bajaría unos 10°C—debido a cierto intercambio de calor con los océanos.
Este tipo de cosas son muy comunes en la ciencia: a la luz de nueva evidencia o nuevas consideraciones, las hipótesis se ajustan y cambian ligeramente. Es absolutamente normal. Pero para aquellos que no están familiarizados con el funcionamiento del método científico, puede que estos instantes se hagan ver como signos de debilidad o de duda. Los comerciantes de duda sabían esto perfectamente, y atacaron a este eslabón para luego decir que la hipótesis en sí era pura paja.
Eventualmente reclutaron al Cabron # 3 y las líneas de guerra se establecieron: El Instituto George C. Marshall contra la Unión de Científicos Preocupados. El Instituto Marshall era la minoría, pero estos Davides no le temían a ningún Goliat, sabían muy bien que todo lo que tenían que hacer era crear la ilusión de un debate y usar la Doctrina de la imparcialidad para defender su lado (Arma # 4).
También encontraron varias situaciones para usar el Arma # 5, la exageración. Una de estas fue cuando Henry Kendall, el fundador de la Unión de Científicos Preocupados, recibió una carta de parte del Secretario General de la Unión Soviética (Mikhail Gorbachev). En esta carta, Gorbachev felicitaba a Kendall por sus “actividades nobles en nombre de la paz”. El Instituto Marshall obviamente infló desproporcionadamente esta carta y acusó a todos los que se oponían a Star Wars de querer promover el comunismo en América… Que fácil es decir estas cosas ¿no?
Este fue el nacimiento de esa idea (derechista) en la que todos los científicos y ambientalistas quieren que el mundo entero se vuelva socialista, o peor, comunista. De aquí en adelante los científicos fueron vistos como enemigos de el mercado libre, y en la imaginación de los derechistas estaban planeando un ataque masivo contra el capitalismo. La ciencia se había vuelto una conspiración izquierdista.
El “debate” de Star Wars duró hasta casi el final de la segunda administración Reagan, con el ala derecha constantemente acusando a los científicos de actuar bajo una agenda política. Lo que la derecha no veía, era que todas estas medidas agresivas para defender a Star Wars eran 100% motivadas por una agenda política derechista. Como Barry Goldwater14 dijo alguna vez: “el extremismo, en nombre de la libertad, no es un vicio”. Una frase que hoy en día hace fruncir unos cuantos ceños.
Al final del día, la Guerra Fría acabó con la caída del Muro de Berlín el 9 de Noviembre de 1989 y Star Wars nunca se necesitó. Pero con el final de la Guerra Fría, la guerra contra el ambientalismo comenzó. En resumidas cuentas al parecer la derecha estaba determinada a hacer lo que fuese necesario para defender la libertad, y lo que los científicos humildes estaban preguntándoles (mediante sus estudios) era: “incluso si destruyen a la tierra en el proceso?”
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