Síganme los buenos:
Subido el 16 de junio de 2017
Comerciantes de duda (continuación)
Tercera historia: la lluvia ácida
Bueno, empezemos con la siguiente historia, aquí está la línea de tiempo:
Esta historia empezó silenciosamente cuando un grupo de científicos cayeron en cuenta que precipitaciones acídicas estaban cayendo en un lugar llamado Hubbard Brook—el cual era un área forestal bajo monitoreo constante, con el fin de entender ciertos aspectos de su ecosistema. Hubbard Brook era llamado un “bosque experimental” (por más que esto sea un oximorón), y el hecho haber detectado lluvia ácida allí era un poco extraño siendo que este bosque estaba a cientos de kilómetros de áreas industriales. La pregunta era, ¿Por qué se estaban desarrollando estos compuestos sulfurosos (normalmente asociados con la contaminación y el humo) si este lugar estaba a 200 kilómetros de Boston y a más de 500 kilómetros de Nueva York? Era un misterio perfecto para un grupo de científicos curiosos, y con el paso de unos cuantos años se dieron cuenta que estos compuestos acídicos estaban viniendo precisamente de el humo producido por las chimeneas industriales en las ciudades aledañas.
La explicación es bastante simple. La altura de estas chimeneas industriales permiten que las emisiones de azufre y nitrógeno (de las compañías eléctricas y fábricas de carros) viajen largas distancias a causa de las corrientes de viento. Estas emisiones luego se mezclan con la lluvia y la nieve para producir precipitaciones acídicas las cuales afectan la vida silvestre. Muy pronto los científicos se dieron cuenta que ese efecto estaba sucediendo en toda el área central de Estados Unidos y que los Estados Unidos no estaban solos. La lluvia ácida también estaba produciendo una disminución en el crecimiento de los bosques en Canadá, y miles de peces se estaban muriendo en lagos acídicos en Noruega. La evidencia se estaba acumulando rápidamente.
Un par de años después, la lluvia ácida comenzó a tener reconocimiento público. Algunos escépticos (naturalmente) respondieron al reclamar que la ciencia era muy incierta y que la acidez puede que no sea hecha por el hombre. A cambio, puede que sea el producto de erupciones volcánicas. Buen punto. Para responder esta pregunta, los científicos hicieron un análisis llamado “fingerprinting”1 mostrando que definitivamente era hecha por el hombre. Para 1979 la ciencia era irrefutable: la quema de combustibles fósiles (especialmente de aquellos que desechaban sus emisiones mediante chimeneas industriales) era la causa de la lluvia ácida, y esta lluvia se estaba robando la nutrición en los suelos.
Para esta época, el presidente Jimmy Carter estaba en su salsa haciendo todo tipo de cosas buenas para el país. En cuanto a la lluvia ácida, implementó un montón de cambios, e inició el Programa Nacional para la Evaluación de las Precipitaciones Acídicas en 1980 el cual estaba dedicado a monitorear las emisiones en los próximos 10 años. Pero luego… Reagan fue elegido...
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El cual identifica patrones únicos en la distribución de la masa atómica (isótopos) de la lluvia ácida y los compara con los patrones de las causas posibles↩
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Este es un nombre que sería bueno recordar, así que voy a seguir llamándolo por su nombre↩
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Pronunciada jeritash; la cual en el 2009 publicó un artículo llamado “cinco razones por las que la EPA no debe intentar lidiar con el calentamiento global”↩
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Científico de suelos, no de lo que están pensando...↩
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¡mierda!↩
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Entre comillas porque el problema no fue erradicado completamente↩
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Pronunciada cap-an-treid↩
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Una forma de oxígeno bastante inestable con tres átomos por molécula en vez de dos↩
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Pronunciado cóncord↩
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Quien luego se ganaría el premio Nobel por este trabajo, y quien también era parte del panel de la lluvia ácida↩
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Hmmmm… ¿Por qué será?↩
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Todos estos son partidarios enérgicos de el mercado libre y casi todos recibieron grandes sumas de dinero procedente de corporaciones como General Motors, Mobil Oil, y Chase Manhattan.↩
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TSS quiere decir Transporte Supersonico↩
En realidad la solución a la lluvia ácida era simple: siendo que las empresas privadas nunca iban a hacer nada al respecto (porque a ellos solo les interesan las ganancias y vivimos en una economía de mercado libre), la intervención gubernamental era necesaria. En otras palabras necesitábamos regulaciones… pero... esto obviamente no iba a suceder con Reagan en la Casa Blanca.
Como ya habíamos visto en la historia del tabaco, la incertidumbre en la ciencia es la forma más fácil para evitar la regulación. También aprendimos en la historia de las armas nucleares que formar un grupo de expertos es la forma perfecta para exponer incertidumbres. Así que en 1982 la Casa Blanca pidió que se formara un grupo de expertos en lluvia ácida. Y adivinen quien estaba a cargo… Bill Nierenberg (el Cabrón # 3) quien formaba parte del equipo de transición de Reagan.
Nadie puede negar que el Cabrón # 3 era un tipo brillante—de opiniones muy fuertes y supremamente competitivo. Algunos de sus colegas solían decir bromeando que “él a veces se equivocaba, pero nunca dudaba”. Y para ser honestos, se las arregló para crear un grupo de expertos bastante decente. Incluyendo al tipo que luego se ganaría el premio Nobel por darse cuenta que los CFCs estaban agotando la capa de ozono, y también al tipo que detectó la lluvia ácida en primer lugar. Al final del día, el panel se veía bastante bien a pesar de que la Casa Blanca rechazó algunos candidatos excelentes. Pero la administración de Reagan no estaba dispuesta a arriesgar las cosas así de fácil. De ninguna forma iban a dejar que estos científicos “izquierdistas” los matonearan hacia la regulación, ¿cierto? No, su garantía para que este panel de reseña funcionara a su favor era agregar un miembro que estuviera alineado con sus pólizas… su nombre: Fred Singer (o como ya lo habíamos clasificado al principio: el súper cabrón)2.
Fred (el súper cabrón) tenía nexos con la Fundación Heritage3, y era una maestro de la duda. Su especialidad era encontrar algo que no fuese 100% comprobado (lo cual no es muy difícil de encontrar), y resaltar incluso la más mínima fracción de duda hasta el punto en que las soluciones al problema parezcan una perdida de dinero y recursos. Su frase favorita era “no hay necesidad de que el gobierno intervenga”...para nada... las emisiones de azufre, el humo del tabaco, el dióxido de carbono, nada!
Este súper cabrón era un científico de cohetes. Nada que ver con el medio ambiente y por consiguiente no había ninguna razón para que estuviera en este panel de lluvia ácida, pero la Casa Blanca sabía que él era el comerciante de duda más audaz de todos y forzaron su inclusión. Con el pasar de los años Singer usaría todas y cada una de las armas de duda, y de hecho forjó su propia arma. Un arma a la que yo llamo El Arma de Singer: promover la inacción... Su efecto: mostrar que siempre era más económico y fácil si NO se invierte en una solución. Este se convirtió en el estoque de Singer.
Y así, en enero de 1983 el panel de la lluvia ácida comenzó a trabajar en su reporte. La fecha límite para un primer borrador era ese junio, y este se reportó a tiempo. Pero cuando la Casa Blanca regresó el borrador, los políticos habían tachado dos de los párrafos más importantes, y se sugirió un cambio de tono: En vez de empezar hablando del problema, la Casa Blanca quería que el reporte comenzara con el hecho de que una solución parcial ya estaba siendo implementada.
Permítanme explicar lo que en verdad estaba sucediendo. Estoy casi seguro que la Casa Blanca (Reagan) ya había decidido lo que iba a suceder: no se implementaría ninguna regulación. El problema es que este reporte TENÍA que publicarse eventualmente, entonces necesitaban que el reporte probara que la lluvia ácida no era un problema grave—para que la opinión pública no estuviera en desacuerdo con la falta de regulación. Por esa razón la Casa Blanca constantemente pedía que las cosas no se dijeran de una forma alarmante, y por eso es que pusieron a Fred (el súper cabrón) Singer como panelista.
Escribir el segundo borrador fue una tarea bastante incómoda siendo que Singer estaba haciendo todo lo posible para inyectar su duda en el reporte. El resto de los expertos intentaron ignorarlo pero este tipo no se podía ignorar, incluso el Cabrón # 3 pensaba que Singer estaba siendo muy intenso. Al final, este súper cabrón escribió un capítulo entero con frases como “científicamente no estamos seguros...”, o “las tecnologías de control aún son costosas e inconfiables”. El panel (obviamente) rechazó este “capítulo”, y le dijeron a Singer que si de verdad quería incluir estas estupideces, que lo hiciera como un apéndice al final del reporte (en un intento de callarlo). El problema de darle a este desgraciado su propio apéndice, fue que este texto en particular no requería de revisión por el resto del panel. Dandole a Fred (el súper cabrón) la libertad de escribir lo que quisiera, y como era de esperarse, Fred enfatizó hasta más no poder que la inacción era la respuesta más económica.
Fred usó el Arma # 3 (la pinzas), al resaltar lo costosa que la solución pudiese llegar a ser, pero obviamente sin mencionar absolutamente nada relacionado con el costo potencial del problema. También usó el Arma # 1 (magia) para distraer con el argumento de que una regulación para reducir las emisiones de los automóviles sería supremamente costosa. Lo cual era verdad, pero era una simple distracción del problema mayor, las chimeneas industriales, las cuales tenían una solución perfectamente viable. Incluso intentó usar el Arma # 6 (atacar al eslabón débil), al decir que la lluvia ácida no era un problema grave porque los suelos ya de por sí son acídicos. Lo cual es cierto, pero el súper cabrón no hizo mención sobre qué tan ácidos son los suelos... La respuesta es: mucho menos acídicos que la lluvia ácida.
Como pueden ver este tipo era una rata completa. La única arma de duda que no usó directamente en este caso fue el Arma # 2 (abnegación), lo cual era lógico siendo que él era parte de un grupo de expertos, y la abnegación no pasaría desapercibida. ¡Pero lo que más me saca de quicio es que él no era ningún experto! Era un científico de cohetes; no un químico, no un meteorólogo, ni mucho menos un pedologo4. Además fue la Casa Blanca la que lo forzó dentro del panel.
Pero bueno, el reporte “final” (con el apéndice de Singer) se envió a la Casa Blanca en abril de 1984, y no estoy seguro si los miembros del congreso alcanzaron a leerlo pero alrededor de esa misma fecha el congreso rechazó el programa para controlar la contaminación que Canadá y Estados Unidos estaban preparando…5
Luego de un par de meses, se supo que este reporte “final” NO fue el que se hizo publicó. El Cabrón # 3 dijo que ciertos cambios aún estaban siendo implementados incluso en agosto. Lo cual era muy sospechoso, especialmente porque estos cambios no fueron consultados con el resto del panel. El récord luego revelaría que estos cambios fueron hechos por el Cabrón # 3 y el súper cabrón en un intento de suavizar el mensaje.
Cuando el panel se enteró de esto obviamente se emberracaron. Pero ya nada importaba. El daño estaba hecho, y la administración de Reagan de aquí en adelante se referiría a este problema como algo supremamente costoso de resolver y que además “no estamos seguros de su causa” a pesar de tener veintiún años de estudios científicos explicando sus causas y sus peligros. Todo esto gracias a la duda que Fred (el súper cabrón) Singer plantó en ese reporte.
Tomó seis años más y una nueva administración para que el gobierno finalmente hiciera algo al respecto. La “solución”6 fue a lo que se le llamó cap-and-trade7 implementada por George H W Bush; la cual redujo las emisiones de azufre en un 54% con un costo total de 8 mil millones de dólares pero con un beneficio estimado de 100 mil millones. Entonces la regulación ganó ¿cierto? Pues sí, pero al fin de cuentas Singer y sus amigos obtuvieron lo que querían. Tal como el Cabrón # 1 había hecho con respecto al humo del tabaco, la regulación del humo de combustibles fósiles había sido retardada también—gracias a su abnegación. Gracias a su duda.
Cuarta historia: el hueco de ozono
Bueno, volvamos atrás en el tiempo un poco, aquí está la línea de tiempo:
Hay una capa relativamente delgada de ozono8 que se encuentra entre unos 15 a 40 kilómetros sobre el nivel del mar. En 1913 nos dimos cuenta que esta capa al parecer absorbe una fracción de los rayos ultravioleta que provienen del Sol. Lo cual es bueno porque esta porción de los rayos ultravioleta es particularmente dañina para los tejidos biológicos. Esto significa que esa capa, a todo momento, nos está protegiendo de los efectos dañinos de la luz ultravioleta—sería una lástima que desapareciera, ¿cierto?
La fragilidad de la capa de ozono fue estudiada por primera vez en la época en que los aviones supersónicos como el Concorde9 estaban siendo considerados como un nuevo medio de transporte. En el año 1970, los científicos (intentando adelantarse a la tecnología) empezaron a estudiar el impacto que una flota de aviones supersónicos yendo y viniendo entre Europa y Estados Unidos pudiese tener en la capa de ozono. Primero estudiaron los peligros, los cuales eran bastante alarmantes. Una reducción de un 1% en el ozono incrementaría los casos de cáncer de piel en un 6%. Definitivamente no era un tema para bromear. Luego, los científicos calcularon que una flota de unos 500 aviones supersónicos produciría suficientes óxidos de nitrógeno para reducir la capa de ozono en un 10% (lo cual incrementaría el cáncer de piel en un 60%). No era un juego.
Pero a pesar de esto, en 1975 el Departamento de Transporte expidió un reporte ejecutivo que desmentia la ciencia en nombre del mercado libre, y obviamente los medios derechistas le hicieron eco publicando portadas como “El TSS es absuelto de ozono”13. Ciertos científicos se opusieron a este reporte, intentando convencer a la opinión pública de los peligros, pero aquellos que habían visto el reporte del Departamento de Transporte ya estaban convencidos—y veían a estas quejas científicas como alarmistas. Algunos incluso clasificaron a estos estudios como “disparates científicos”. Claro… como dijo Mark Twain, “Es más fácil engañar a las personas que convencerlas de que han sido engañadas”.
Como muchos de ustedes sabrán, una flota de TSS nunca sucedió, pero la opinión pública ya había sido manchada. En las mentes de la gente, la capa de ozono iva a estar bien, y aquellos que dijeran lo contrario solo estaban tratando de asustarnos. El problema vino cuando se encontró nueva evidencia relacionada con este tema. En esta ocasión involucrando a ciertos compuestos de cloro en vez de óxidos de nitrógeno. En 1974, Sherwood Rowland10 se dio cuenta que los clorofluorocarbonos (o CFCs) usados comúnmente en las latas de aerosoles y en sistemas de refrigeración estaban flotando hacia la estratósfera después de su uso, y allá arriba estaban siendo separados en compuestos más simples por la luz ultravioleta. Una vez separados se conviertían en carroñeros de ozono—rompiendo estas moléculas permanentemente.
Después de este descubrimiento, La Academia Nacional de la Ciencia convocó un equipo para explorar el problema a fondo, y la ciencia empezó a amontonarse rápidamente. Por el otro lado, como era de esperarse, la industria del aerosol hizo exactamente lo que la Industria Tabacalera había hecho, creó un equipo de investigación para defender su producto. A este equipo lo llamaron el ‘Consejo de Ciencia Atmosférica’. Y su misión era la misma que la del Comité para la Investigación del Tabaco: combatir la ciencia con ciencia (pero usando las armas de duda obviamente).
Usaron el Arma # 1 (magia) y distrajeron al público diciendo que los volcanes también producen compuestos de cloro. Incluso hasta se prepararon para hacer un estudio científico en un volcán en Alaska que estaba a punto de hacer erupción, pero nunca reportaron los resultados. Lo único que dijeron fue que los estudios eran “inconclusos”11. Tambien usaron el Arma # 2 (abnegación) y dijeron que los CFCs no podían subir tan alto, y que no estábamos seguros si se estaban separando allá arriba—ni mucho menos si sus derivados atacaban al ozono. Todo era paja, la Academia Nacional de la Ciencia simplemente respondió con un reporte en 1976 con múltiples estudios que mostraban evidencia de todo lo que la industria del aerosol estaba negando.
Al fin de cuentas este problema era mucho más alarmante que los que ya he mostrado en historias anteriores, y La Academia Nacional de la Ciencia tenía un caso lo suficientemente convincente para que la mayoría de las agencias gubernamentales respaldaran la implementación de regulaciones inmediatamente ¡Un triunfo para la ciencia! Para 1979 los CFCs fueron prohibidos en los Estados Unidos, y la NASA fue asignada la tarea de monitorear los cambios en la capa de ozono y de reportar nuevos estudios al congreso cada tres meses.
Pero la historia no acaba allí. En 1985 la NASA se dio cuenta que había un hueco gigante en la capa de ozono sobre la Antártida, e inmediatamente las preguntas empezaron a surgir: ¿Por qué solo en la Antártida? ¿Era este hueco un producto de los CFCs, o algo diferente? Los científicos adoran este tipo de misterios, e inmediatamente se pusieron a trabajar. Resultó ser que (en efecto) sí eran los CFCs. Mayoritariamente porque el resto del mundo todavía los estaba utilizando, y al parecer estos compuestos se las arreglaban para viajar por las corrientes de vientos polares—los cuales contienen cristales de hielo que aceleran el proceso de descomposición en la capa de ozono.
Una vez más la ciencia persistió. Para 1987 varias naciones se reunieron y firmaron el ‘Protocolo de Montreal’, el cual exigía reducir la producción de CFCs en un 50% en los próximos años. También acordaron reunirse regularmente para recaudar más evidencia, y cuando se reunieron por segunda vez (en 1988), la evidencia sugirió que se requerían acciones más drásticas. Incluso DuPont® voluntariamente ofreció cesar toda su producción de CFCs en los próximos 10 años. Dos años después, en su tercera reunión en 1990, se concluyó que la producción mundial de CFCs debería cesar completamente para el año 2000.
Definitivamente éste es un claro ejemplo en el que la ciencia fue tomada en serio y la regulación se implementó con éxito. Pero aún después del Protocolo de Montreal, unos cuantos individuos estaban intentando infiltrar duda en la opinión pública. Especialmente aquellos asociados con think tanks conservadores e instituciones como El Instituto Cato, El Instituto de la Empresa Americana, La Fundación Heritage, El Instituto Marshall, y muchos otros12.
Fred (el súper cabrón) Singer obviamente era el vocero número uno en contra de estas regulaciones, y usó todas y cada una de las armas de duda para intentar revertirlas. Permítanme presentarles las cosas que dijo al respecto (cosas entre comillas son frases que dijo palabra por palabra):
Entonces, de acuerdo a Fred (el súper cabrón) Singer, era mejor simplemente seguir haciendo las cosas como las hemos venido haciendo, porque los peligros NO son reales, y las soluciones son costosas y potencialmente peligrosas. ¿Pero como se puede saber esto? ¡Cualquier tecnología de reemplazo aún no había sido inventada!...
Resulta ser que Fred estaba hablando mierda como siempre: hoy en día usamos aerosoles y refrigerantes sin CFC, estos son más eficientes en términos de consumo energético, y no son tóxicos, inflamables, o corrosivos como él decía. ¡Ciencia!
El problema es que estas armas de duda son bastante eficientes en aquellos que se dejan llevar fácilmente y aquellos con poca educación. Especialmente derechistas conservadores quienes piensan que el gobierno nunca debe decirle al pueblo lo que debe hacer. Entre estos estaba Dixy Lee Ray, una zoóloga, escritora, y más adelante una política, la cual estaba escuchando atentamente al “debate” de los CFCs—y a quien las ideas de Singer le causaron mucha impresión. Su argumento principal era que los volcanes producían muchísimos más compuestos de cloro que los CFCs… pero la diferencia que Dixy falló en reconocer es que estas mediciones eran hechas en la cenizas de los volcanes, las cuales caen al suelo y no llegan a la estratósfera como los CFCs. Rowland (el tipo del Premio Nobel) ya había mostrado esto AÑOS atrás. Dixy Lee Ray (al igual que Singer) estaba hablando mierda. Pero esto es lo que se obtiene cuando se usan las armas de duda: confusión pública; un suelo fértil para que la mierda se riegue por doquier.
Esta pelea inútil (sobre regulaciones que ya habían pasado) se llevó a cabo incluso hasta mediados de los 90 cuando Sherwood Rowland fue otorgado con el Premio Nobel en 1995 y Fred (el súper cabrón) Singer atacó a el comité del premio Nobel. ¡Este tipo era inamamble!
Pero a estas alturas nos debemos preguntar ¿Por qué será que este Súper Cabrón estaba tan determinado a pelear contra la ciencia?
Bueno, pues la respuesta vino de él mismo cuando dijo que “algunos de estos ‘luchadores utópicos’ son socialistas, otros son luditas que odian la tecnología; y la mayoría tienen un gran deseo para regular—a una escala mayor”. Singer también dejó muy claro que la mayoría de estas ideas ambientalistas estaban basadas en una “agenda política secreta” en contra de “los negocios, el mercado libre, y el sistema capitalista”. Estos reclamos obviamente resonaban en las cabezas de sus lectores (comunófobos) los cuales luego regurgitaban el mensaje a través de los medios de comunicación conservadores. Para mediados de los 90, el ambientalismo llegó a ser apodado como un “árbol verde con raíces rojas” y artículos anti‑ciencia se publicaban frecuentemente con títulos como “Mal clima en el debate de ozono”, “ozono, CFCs, y la ciencia ficción”, “El temible hueco de ozono”, “Premio Nobel político de química”, etc. etc... La demonización de la ciencia había comenzado...
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