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Subido el 29 de Diciembre de 2016
Título del libro: Cosmos (continuación)
Capítulo 3: Vida inteligente
Con el pasar del tiempo, la vida empezó a entender los ciclos de la Tierra. Los menos aventureros se escondieron en cavernas o en las profundidades del mar, pero otros aprendieron a vivir y convivir con los cambios de la naturaleza. Los más hábiles, incluso aprendieron a sincronizar sus hábitos alrededor de estos cambios naturales, entre estos astutos organismos encontramos a la mayoría de los animales y las plantas—quienes aprendieron cuando comer, cuando dormir, cuando reproducirse, cuando es conveniente estar activos, o cuando es mejor guardar recursos para alguna escasez cíclica como el invierno.
Los humanos (en partícular) nos encariñamos de estos ciclos. Después de todo nos dan alivio, nos ayudan a predecir las cosas, y a estar preparados. Esto gracias a que los ciclos de la Tierra dependen del Sol y la luna—y por eso hemos aprendido a mirar al cielo para hacer predicciones. Pero el problema es que los humanos somos demasiado imaginativos, y con la poca tecnología que poseíamos en nuestros inicios, empezamos a atribuirle a la práctica de la observación del cielo más poderes de los que en verdad tiene…
Es verdad, el Sol es supremamente potente. Y es verdad, la luna afecta las mareas y otras cosas. Ambos influencian severamente nuestras vidas. Pero los planetas y las estrellas están demasiado lejos para tener siquiera la menor influencia en las criaturas de la Tierra. ¡Así de simple! Pero aun así, los ilusos humanos del pasado parcializaron los patrones de estos objetos distantes y decidieron que de alguna forma tenían cierta influencia en nosotros. Este fue el nacimiento de la astrología.
Mirando a los cielos empezamos a notar que había un ‘papel tapiz’ de puntitos brillantes que parecían estar estáticos con respecto a ellos mismos—aquellos puntos los llamamos estrellas. Pero habían cinco puntos especiales que con el transcurso de los meses parecían bailar y trazar patrones hipnotizantes sobre el fondo estático de las estrellas. Estos cinco son Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Nos fascinaron tanto, que les concedimos poderes, y los consideramos nuestros dioses. También notamos que algunos de estos: Mercurio, Venus y Marte (los dioses menores) se movían rápidamente, tal vez para probar que a pesar de ser ‘menores’, todavía merecen el título de dioses. Mientras que Júpiter y Saturno (los dioses mayores) eran más calmados y se movían lentamente. Al más rápido de todos, Mercurio, lo llamamos el mensajero de lo dioses.1
Afortunadamente ciertos individuos empezaron a aplicar la ciencia a la observación del cielo, y descubrieron que estos puntitos brillantes eran de hecho algo mucho más interesante que simples Dioses. La aplicación de métodos científicos a la Astrología fue el origen de la Astronomía, y esta nueva práctica jamás volvería a sus orígenes místicos.
Se podría decir que todo empezó con Nicolás Copérnico en el siglo XVI, él fue una de las primeras personas de la Era Común que contempló la idea de un Sistema Heliocéntrico (en el que el Sol está en el centro en vez de la Tierra). Pero desafortunadamente Copérnico era prisionero de la época en que nació. Sus ideas fueron ignoradas y hasta condenadas por la iglesia—a pesar de haberle dedicado su libro más emblemático al Papa Pablo III.
Después de Copérnico, pasaron otros 100 años antes de que otra persona se atreviera a pensar diferente a la norma represiva de la edad media—y le diera a la Astronomía otra oportunidad para romper las cadenas del misticismo. Su nombre era Johannes Kepler y a pesar de que sus ideas fueron inspiradas por ideas místicas como los ‘Siete Cielos’ de Ptolomeo y los ‘Sólidos Platónicos’ de Pitágoras, Kepler era un poco más astuto—un poco más curioso.
Kepler estaba obsesionado con el movimiento peculiar que Marte trazaba en el cielo. Hay una época del año en que Marte parece “viajar en reversa” (como solían decir los egipcios). Kepler quería explicar este baile celestial, y poco a poco empezó a separarse de los modelos geocéntricos (y de cierta forma egocéntricos) que ponen a la Tierra en el centro. Con la ayuda de su mentor Tycho Brahe, Kepler se dio cuenta que Marte tenía una órbita elíptica. De hecho es la más elíptica de todos los planetas en el sistema solar, y una vez se dio cuenta de esto, entendió que el bailecito que Marte hace en los cielos es simplemente un tema de percepción. En ese momento, ante esta revelación, las ideas de Kepler empezaron a tener mucho más sentido y la caja de Pandora fue abierta.
En apenas un par de años Kepler escribió las dos leyes de movimiento planetario—las cuales son esenciales hoy en día para nuestros viajes espaciales—e hizo otro montón de descubrimientos que años después fueron la inspiración de científicos como Newton y Galileo. Con sus descubrimientos (nos dice Carl), Kepler “estaba parado en una cúspide de la historia, y dejó de ser el último Astrólogo-Científico para convertirse en el primero Astrofísico”.
Capítulo 4: Todo sobre Venus
Una vez el sistema Heliocéntrico fue adoptado, nuestros modelos matemáticos empezaron a verse un poco más científicos—y menos místicos. En otras palabras, nuestras ideas del universo se empezaron a basarse en la observación en vez de la fé.
Al mismo tiempo, nuestra fascinación por los planetas y otros cuerpos celestes aumentó significativamente gracias a avances tecnológicos como el telescopio. Galileo fue la primera persona en observar a Venus (la diosa del amor) a través de su revolucionaria invención en 1609, y desde ese entonces nuestra imagen de esta diosa nunca volvería a ser la misma. Al ver a Venus desde tan cerca, miles de preguntas encontraron respuestas. Entendimos cosas como su tamaño, su densa atmósfera, y el hecho de que su rotación es opuesta a los demás planetas. ¡También descubrimos que sus días son más largos que sus años!
Hubo otras preguntas por las que se tuvo que esperar más de tres siglos para obtener las respuestas. En el siglo XX, alrededor de doce objetos hechos por el hombre pisaron el suelo de Venus, con los cuales hemos aprendido un par de datos curiosos. Por ejemplo, su temperatura atmosférica es de 480°C y su presión atmosférica es 90 veces mayor a la de la Tierra. También nos dimos cuenta que llueve ácido sulfúrico en esta atmósfera donde el efecto invernadero es devastador. De repente “Venus empezó a verse menos como la diosa del amor y más como la mismísima encarnación del infierno”2
Es poco probable que los humanos colonicemos Venus, y hoy en día hay muy poco por aprender de él (o ella), pero aun así es un buen recordatorio de cómo se pueden tornar las cosas cuando el efecto invernadero se lleva al extremo.
Capítulo 5: El planeta rojo
Si hablamos de planetas interesantes, ¡Marte deja a Venus en pañales! Empezando porque su superficie es visible desde la Tierra. Marte tiene los polos cubiertos de hielo, tiene tormentas, y nubes tal como la Tierra. ¡Hasta un día de 24 horas!... Bueno, 24 horas y 40 minutos.
De cualquier forma, Marte era tan alucinante para los astrofísicos del siglo XIX que Percival Lowell hizo el descubrimiento más importante de la historia (o al menos eso creyó). Al parecer Percival veía ciertos canales en la superficie de Marte. Estos canales tan simétricos, Percival concluyó, debían ser canales de irrigación—sugiriendo vida inteligente.
¡Imaginense las portadas de los periódicos al día siguiente! Desafortunadamente el telescopio de Percival era poco confiable y su imaginación aún menos. Sus conclusiones llegaron a estar erradas hasta en las mediciones más básicas como la temperatura superficial de Marte. Pero a pesar de estar completamente equivocado, Percival inspiró a muchos jóvenes de la época incluyendo a Robert Goddard, un Estadounidense que años después inventó el cohete. De niño, Robert soñaba con ir a Marte a conocer estos Marcianos que Percival plantó en la imaginación de todos.
Muchos artefactos exploradores se han enviado a Marte, y aún así nos falta mucho por aprender. Los primeros artefactos enviados por la Unión Soviética fallarón misteriosamente. Luego, las misiones ‘Viking’ de los Estados Unidos revelaron cierta información útil—pero ni un solo signo de vida. Hoy en día, Marte sigue siendo estudiado muchísimo, y es (de lejos) el mejor prospecto para una segunda colonia humana.
Es muy probable que encontremos microbios (o Marscrobios como Bill Nye les llama) en los próximos 50 años. Y este descubrimiento va a cambiar al mundo.
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