Síganme los buenos:
Subido el 29 de Diciembre de 2016
Título del libro: La Odisea
Libro-en-una-frase
Sé amable con tus huéspedes... y si eres un huésped, más te vale que respetes a tu anfitrión—o quizás lo lamentarás
Mi Resumen (audio)
Introducción
Bueno, antes de empezar la historia quisiera mencionar un par de cosas:
En primer lugar, el libro no está en orden cronológico, hay muchísimos flashbacks que la verdad no puedo hacer aquí porque confundiría a todo el mundo. Entonces mi resumen va as ser en orden cronológico1. Y en segundo lugar, este es el siglo sexto antes de cristo (AC), y durante esta época las islas griegas eran prácticamente mini‑reinos, todas y cada una de ellas. Y en la mayoría de los casos, navegar entre islas sería un riesgo mortal. Por ejemplo, digamos que un grupo de gente quería ir a una nueva isla. Estos valientes tendrían una de dos opciones. Opción uno, atacar a los nativos (y al parecer esto era muy común) o… Opción dos, ser amigables. Lo que me causa gracia es que estas dos opciones eran tomadas al extremo. La opción uno sería la masacre más sangrienta que se pueden imaginar. Mataban ancianos y niños, violaban a las mujeres, y quemaban las casas como si fueran pólvora—y por supuesto sacrificaban unas cien ovejas a los dioses. Obviamente si la misión no era exitosa, los locales los matarían sin misericordia, y les quemarian sus naves como si fueran pólvora.
Pero la opción dos es muy peculiar, porque es totalmente lo opuesto a la primera. Si los visitantes eran amigables, los locales los recibían, les daban comida, tomaban juntos y se contaban cuentos hasta saciarse. Mejor dicho, serían los mejores amigos del mundo por la duración de la visita (aveces varios meses) y totalmente libre de costo. Y lo que es mejor, antes de irse, los locales le preparaban regalos a los visitantes. ¡Pero regalos gigantes! A cambio de nada. Tal vez por ser amables solamente.
En fin, así era como vivían en el siglo sexto AC. Todo giraba alrededor de matarse los unos a los otros, o, al rededor de comida, vino y regalos.
Pero bueno, vamos al grano. La historia es sobre Ulises, el rey de Ítaca, y su regreso a casa después de la guerra de Troya. Como sabrán, en La Ilíada Ulises zarpó hacia Troya con todos los reyes Griegos pretendiendo querer rescatar a Helena (cuando de verdad solo querían destruir a Troya), y después de hacerlo estaban listos para volver a sus hogares.
Ulises por lo visto era un tipo muy inteligente, de buen porte, muy atlético, y un excelente cuentacuentos—pero lo más importante es que era un esposo y un padre. Él zarpó hacia Troya cuando su hijo Telémaco acababa de nacer, ¡y no regresaría hasta que veinte años pasaran! ¿Por que? Pues precisamente esa es la historia. La guerra se acabó y Troya fue quemada hasta los huesos (como sabemos), y ahora todos los reyes Griegos estaban listos para regresar a sus islas respectivas.
Ismaro y la Flor del Loto
Al zarpar rumbo a casa, decidieron hacer una parada en Ismaro muy cerca de Troya. Y en las palabras de Ulises querían ‘someter a esta gente al fierro’. En otras palabras: matar a todos, incluyendo niños y ancianos, violar sus mujeres, y quemarles las casas como pólvora—opción uno2. A estos pueblerinos se les llamaba Cicones, y desafortunadamente para Ulises, había más Cicones cuesta arriba. Y cuando los pueblos costeros llamaron por ayuda, un montón de Cicones salieron de las montañas y sobrepasaron en numero a los Griegos totalmente. Matando setenta y dos soldados del grupo de Ulises. Afortunadamente los que sobrevivieron se subieron a sus naves y salieron de ahí.
Ulises se fue de Troya con doce naves, y más o menos calculo que habían unos veintidós hombres por nave. Entonces un poco menos de trescientos hombres. Ahora, ya habían perdido setenta y dos hombres en la pelea con los Cicones, entonces decidieron dejar de joder y regresar directo a Ítaca. ¡El problema es que ese día el clima estaba fatal! Les tocó bajar las velas para que los mástiles no se partieran, y la tormenta los revolcó por nueve días y nueve noches. ¡Y al final terminaron en África! En el país de la Flor del Loto. En donde todos sus habitantes se alimentaban exclusivamente de estas flores.
Las flores del Loto no son alucinógenas o adictivas (no que yo sepa). Tal vez Homero (el autor) se refería a otras flores (opio de pronto?) porque cuando los soldados de Ulises se comieron un par de estas flores, empezaron a alucinar y a decir que se querían quedar allí para siempre. A Ulises le tocó arrastrarlos de vuelta a sus naves y zarparon—todavía medio drogados.
Polifemo el Cíclope
Llegaron a un lugar cerca a Sicilia donde habían dos islas. Una de estas islas estaba deshabitada pero tenía muchas ovejas. La otra, era la Tierra de los Cíclopes. Los Cíclopes en este libro no son esas criaturas de un ojo que se ven en otra mitología. Lo más seguro es que sí tenían dos ojos, porque Homero en algún momento habla de sus cejas3. Entonces esos gigantes de uno ojo a los que la mayoría de la gente identifica como cíclopes son malinterpretaciones, pero en lo que sí concuerdan es que son gigantes—y al parecer arrean ovejas gigantes también.
Pero bueno, Ulises primero fue a la isla deshabitada y agarró un par de ovejas (de tamaño normal) “para llevar”. Pero él quería algo más que cordero al carbón. Estaba antojado de un pedazo de queso (o algo así). Entonces se fue a la otra isla, y le dijo a sus doscientos (y pico) de hombres que lo esperaran en la costa mientras él y doce de sus mejores hombres iban a ver cual era el cuento con los Cíclopes. Se acercaron a uno de estos gigantes, el cual estaba haciendo sus deberes de Cíclope—ordeñando sus ovejas gigantes y cortando leña por aquí y por allá—y no se que carajos estaba pensando Ulises pero básicamente dijo algo así como “¿porque no nos metemos a su cueva y nos comemos su comida? Luego cuando él entre y nos vea, ¡seguramente nos va a dar un regalo!...”4
Obviamente cuando el Cíclope entró y vio un poco de hombrecitos comiendose su comida se emberracó y empezó a hacer tremenda pataleta. Ulises se puso a hablarle paja y le dijo que su nombre era ‘Nadie’ y que él simplemente quería un pedazo de queso. Pero al Cíclope le importó un carajo quién era él, agarró un par de sus hombres ¡y los partió en dos! El resto de soldados salieron corriendo en pánico, pero no podían salir. La cueva estaba cerrada y la puerta era una roca gigante que solo el Cíclope podía mover. Afortunadamente la cueva era lo suficientemente grande para que se escondieran, y al parecer el Cíclope los consideraba tal cual como cucarachas porque no dudó en simplemente acostarse a dormir al lado de su fogata.
Pero Ulises quería venganza, ¡después de todo el maldito Cíclope se había comido dos de sus mejores hombres! En medio de la noche agarraron un palo de unos dos metros de largo, lo afilaron, le pusieron la punta al calor del fuego hasta que se puso roja ardiente, y (¡zaz!) ¡se la clavaron en el ojo al Cíclope! Dice Ulises que hizo un sonido como cuando uno pone un sartén caliente en el agua…
El Cíclope se paró y empezó a gritar como loco. La sangre le lavaba la cara y al parecer no podía ver bien con su otro ojo5, y decidió abrir la cueva para que entrara más luz. Con toda esa gritería y conmoción, las ovejas asustadas empezaron a salir de la cueva. ¡Y ahí estaba su oportunidad! Se escondieron debajo de las ovejas agarrándose de su pelaje y pasaron por entre las piernas del Cíclope sin que él los viera.
Pasaron un buen susto, ¡pero se salvaron! Regresaron a sus naves y zarparon… Pero… mientras zarpaban, a Ulises se le ocurrió otra de sus ideotas. Procedió a gritarle al Cíclope, diciéndole que él fue el que le jodio el ojo, y que su nombre no era “Nadie”, su nombre era Ulises el rey de Ítaca. ¡Y que más le vale que se acuerde de su lección!
Y ESA es la parte más importante de la historia. Porque este Cíclope resultó ser el hijo de Poseidón, el dios de los siete mares6. Y cuando se enteró que Ulises había apuñalado a su hijo con un palo ardiente, prometió que nunca lo iba dejar regresar a Ítaca… Estaba condenado.
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