Síganme los buenos:
Subido el 29 de Diciembre de 2016
Washington - Una Vida (Parte 2) (continuación)
El desastre de Nueva York
Alrededor de estos meses, inspirados por los recientes acontecimientos, John Adams, Benjamín Franklin y Thomas Jefferson1 se reunieron para redactar la declaración de Independencia, que como todos sabemos, fue firmada el 4 de julio de 1776. Esto obviamente emocionó a los Colonos, pero esa emoción no duraría mucho.
Washington sospechaba que los Británicos estaban en camino a Nueva York y sin perder mucho tiempo, se dirigió directamente a Manhattan donde efectivamente los Hermanitos Howe no tardaron mucho en llegar con todo el poderío de la armada Británica—asentándose en la Isla Staten (o Staten Island al sur de Manhattan)2.
Siendo sinceros, los colonos sabían muy bien que estaban jodidos. ¡Nueva York está completamente rodeada de agua!… ¿Cómo es posible defender un lugar así enfrentándose a la mejor armada naval del mundo? ¡No se puede! La ventaja estaba totalmente del lado de los Británicos, pero rendirse sin una batalla sería devastador para la credibilidad de Washington.
Para rematar, aparte de tener el peor campo de batalla posible, Washington cometió el error de abarcar mucho y a apretar poco. Extendió sus tropas desde Manhattan hasta Long Island3, poniendo unos 9000 soldados en las Alturas de Guana y otros 6500 en Brooklyn. Era una trampa mortal.
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Tres políticos sumamente influyentes en esa época. Pronunciados: Adams, Franklin, y Yéferson↩
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Pronunciada: Statn Ailand↩
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Pronunciada: Long Ailand↩
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Pronunciados Stirling, Sulivan, y Mails↩
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Pronunciado: Jarlem↩
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Pronunciado Nueva Yersi↩
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La carretera que hoy en día atraviesa Nueva Jersey de Norte a Sur, pronunciada Yersi Turnpaik↩
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Pronunciado Delawer, este río divide los estados de Nueva Jersey y Delaware↩
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Una ciudad al sur de Nueva Jersey muy cerca del Río Delaware. Pronunciado tal cual, trenton↩
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Pronunciada Filadelfia↩
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Porque ya lo habian cruzado una vez (hacia Philadelphia) antes de que los Británicos decidieran detener la persecución↩
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Otra ciudad al sur de Nueva Jersey, pronunciada Prinston↩
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Nótese que esta es la misma cara de una de las pinturas anteriores después de la fortificación de las alturas de Dorchester, también es el mismo pintor. Una exhibición clara de un “copy‑paste” del siglo XVIII. ↩
El 27 de agosto, mientras Washington estaba en su cuartel general en Manhattan, 22.000 Británicos atacaron las tropas de Long Island (Brooklyn y las alturas de Guana) no solamente superando a los colonos en número, sino también en estrategia. Los campamentos de los Generales Stirling, Sullivan, y Miles4 (Alturas de Guana), fueron rodeados totalmente, y aquellos que no pudieron escapar al campamento de el Viejo Put (en Brooklyn) fueron dados de baja o tomados prisioneros. Trescientos muertos y mil prisioneros fue el conteo final de la desastrosa Batalla de Long Island.
Esa noche Washington se vio impotente al otro lado del río, sabiendo que tenía 9000 soldados atrapados en Brooklyn. Tenía que actuar pronto, y en otra de sus movidas sigilosas, se las arregló para transportar a todos los soldados en medio de la noche de vuelta a Manhattan. Era una movida extremadamente peligrosa, no me puedo ni imaginar la logística que tuvieron que improvisar para mover 9000 soldados (junto con su artillería y sus caballos) a través del Río del Este en balsas de madera a punta de remo. La operación entera fue liderada personalmente por Washington quien no durmio por unas treinta y ocho horas... Ni un soldado fue dejado atrás.
La retirada a Manhattan fue una hazaña impresionante, y muchísimas vidas fueron salvadas. Pero ahora el juego se había tornado en una cacería. Los Británicos cruzaron el río seis días después de la Batalla de Long Island y llegaron a la Bahía de Kip, destruyendo todo a medida que avanzaban. Washington estaba en su cuartel general en las Alturas de Harlem5 (al norte de Manhattan) cuando escuchó los disparos en la Bahía de Kip y salió corriendo hacia allá. Al llegar encontró a sus tropas en pánico. No había ni un rastro de formación, y los soldados estaban incluso corriendo de espaldas al enemigo.
Este fue probablemente uno de los momentos más bajos de toda la carrera militar de George Washington, intentó hasta lo imposible para organizar a sus soldados asustados, pero no pudo. Derrotado mentalmente, se paró sin moverse un centímetro, enfrentado a la estampida de Británicos que se le venía encima—¡mejor dicho se suicidó!—Nathanael Greene y otros generales tuvieron que arrastrarlo fuera de allí para llevarlo de vuelta al cuartel general en a las Alturas de Harlem.
Alguna gente denominó a este episodio de Washington como un colapso mental—pero no era para menos—no conozco ninguna persona que hubiera conservado la cordura despues de tantas cagadas.
En resumen ¡Nueva York estaba jodida! El Ejército Continental intentó detener los avances de los Británicos lo más que pudieron pero era una causa sin remedio. Washington estaba pensando que quizá su mejor opción sería retirarse a Nueva Jersey6 y reagruparse allí, pero era una decisión bastante difícil de tomar—porque aún tenían al Fuerte Washington al norte de Manhattan y dejarlo para que los Británicos lo tomasen sin derramar sangre no sería bueno para su reputación. En el fondo de su corazón, Washington sabía que retirarse era la mejor paso a tomar, pero en este momento estaba tan devastado y lleno de dudas que dejó a Nathanael Greene que tomara esta decision crucial. Greene escogió quedarse y pelear...
¡Obviamente los volvieron mierda! La batalla del Ft. Washington el 16 de noviembre de 1776, tres mil muertos o capturados.
El cruce del río Delaware
Salir huyendo de allí ahora era definitivamente la única opción. Pero déjenme recordarles que este era el año 1776. No es que tomaron la Jersey Turnpike7 y en un par de horas estaban fuera de peligro. No, les tomó aproximadamente un mes llegar al Río Delaware8 a pesar de tener a los Británicos persiguiendolos como un gato a un ratón. No fue hasta que llegaron a Trenton9 y cruzaron el Río Delaware (a mediados de diciembre) que se sintieron fuera de peligro.
Mientras tanto, la gente en Philadelphia10 estaban cagados de susto, porque si los Británicos llegasen a cruzar el Delaware, no habría ninguna razón para que no se tomaran la ciudad. Pero el fuerte invierno de esta zona ya estaba presente, y los Británicos decidieron devolverse a sus nuevos cuarteles generales en Nueva York.
Esta retirada de los Británicos significaba que le iban a dar la espalda al enemigo, y Washington no desaprovechó esta situación. Apesar del invierno aplastante, y sabiendo que cruzar el Río una vez más11 sería terrible, Washington diseñó un plan que se llevaría a cabo el día anterior a la Navidad (24 de diciembre), el cual consistía en cruzar el Delaware en medio de la noche y atacar al campamento Británico en Trenton al amanecer. Obviamente hubo ciertos retrasos, y el ataque no se llevó a cabo hasta las 8 de la mañana, pero aún así, fue una victoria rotunda para Washington.
Pensemos un momento en lo que significa esta victoria. Porque estoy casi seguro que esta es la primera victoria mayor de la vida de Washington. Incluso en su juventud, todos los encuentros decisivos terminaron de una forma desastrosa. Me parece muy interesante ver que se le tenía tanto respeto a pesar de que había perdido prácticamente todas sus batallas principales hasta ahora...
De cualquier forma, este fue un momento decisivo para la guerra. Los Británicos por fin se dieron cuenta que este perro no solo ladra, tambien muerde. ¡Y bien duro! Porque la semana siguiente Washington golpeó a otro campamento en Princeton12—sumando así otra victoria arrasadora.
Si Washington era visto como un idolo antes de esto, los cuentos que salieron de estas dos batallas lo convirtieron en un dios. La gente constantemente contaba que él siempre estaba al frente en el medio de la acción, esquivando balas y matando Británicos a diestra y siniestra. El espíritu de victoria fue tal, que durante la celebración decapitaron a un estatua del Rey George II ¡con una bala de cañón!
Con estas dos victorias, Washington le mostró al mundo entero que la Armada Naval Británica también podía sangrar...
Hay un retrato muy famoso de Washington después de las batallas de Trenton y Princeton, apoyando su mano izquierda sobre un cañón, y sosteniendo su sombrero en la derecha—mirando a la “cámara” con una cara de “¡conmigo nadie se mete!”. ESA es la cara que debemos recordar cuando alguien menciona a George Washington, no ese viejito care‑puño del billete de un dólar.
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