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Subido el 29 de Diciembre de 2016

Título del libro: Washington - Una Vida (Parte 3) (continuación)

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Una bomba de tiempo

En cuanto a las alianzas internacionales, Hamilton y Washington se inclinaban más hacia Inglaterra—a pesar de su problemilla con la Revolución y todo el cuento1. Ellos veían la relación Inglesa con mucho pragmatismo. Después de todo estas dos naciones comparten historia, lenguaje, tradición, intereses económicos, etc. y Washington se mantenía firme en que deberían ser aliados. Jefferson y Madison obviamente detestaban esta idea, y seguían publicando críticas de Washington y Hamilton en su Gazette de mierda.

Fue alrededor de esta época que el primer periodo de Washington estaba llegando a su fin...Washington definitivamente estaba hasta la coronilla de ser presidente. Pero una vez más, él era el único que podría mantener al país unido. Sin él, los Republicanos y los Federalistas se comerían vivos. Esto era probablemente en lo único en que Hamilton y Jefferson estaban de acuerdo, y ambos le rogaron a Washington que se lanzara para presidente una segunda vez.

Después de muchos ruegos, Washington accedió, y ganó unánimemente una vez más. Al parecer el amor paterno es mayor a cualquier odio relacionado con partidos políticos. O quizá no tanto, porque en este segundo término Washington era criticado muchísimo más abiertamente por el pueblo. La mayoría de las críticas se radicaban de su posición sobre la Revolución Francesa, y las cosas se tornaron de castaño a oscuro cuando Francia le declaró la guerra a Prusia, Austria, los Países Bajos, e Inglaterra. ¡Estos francesitos no estaban jugando! Pero Washington no quería nisiquiera acercarse a ese bollo, exigió una “neutralidad estricta” en su publicación de la ‘Proclamación de Neutralidad’—el cual era un documento que tenía las huellas de Hamilton en todos lados.

  1. Esta es otra ideología un poco inesperada por parte de Washington. Uno se imaginaría que después de tanta sangre derramada Washington no queria ni hablar de Inglaterra.

  2. Un berraco este tipo!

  3. ¿Retiro o derrota?…¡Hamilton le habia dado una tunda!

  4. ¿Cómo?

  5. ¡Eso es compromiso!

  6. Recordemos que se pronuncia Yei

  7. Porque la ley que limita a dos términos como máximo no fue implementada sino hasta 1951

  8. y quizá por dinero para ropa interior

  9. En esa época el segundo puesto en la votación se convertía en el VP

Proclamacion Neutralidad Columbian Centinel mayo 4 1793

Proclamación de Neutralidad en el diario Columbian Centinel, mayo 4 de 1793

Foto bajo el Dominio Público via Early America

Algunos acusaron a Washington y a Hamilton de hipócritas, por no devolver el favor que le habian hecho los franceses durante la Revolución Estadounidense. Lo cual bastante incoherente siendo que fue el Rey quien los ayudó, no esta nueva nación quien había decapitado al Rey. Era un tema difícil de manejar pero Washington expresó muy claramente que “las acciones de una nación son dominadas por sus intereses, no sus emociones” y si los Franceses habían ayudado a la Revolución Estadounidense, fue porque les interesaba que los Británicos perdieran la guerra, no necesariamente porque querían liberar a los colonos. De cualquier forma la neutralidad polarizó a los Estados Unidos aún más, y para peor de males, el embajador de Francia en los Estados Unidos empezó una alianza conspiratoria con los Republicanos para provocar una guerra entre los Estados Unidos e Inglaterra.

La situación se había tornado en una bomba de tiempo, y parecía que solo un milagro podría salvarlos. Este “milagro” fue la fiebre amarilla… Según el vicepresidente Adams “solamente la fiebre amarilla… podía salvar a los Estados Unidos de una revolución total en el gobierno”. ¡Cien muertos por día! Sus víctimas vomitaban fluidos negros y sangraban por todos sus orificios. Philadelphia (la capital temporal) perdió un 10% de su población y la mayoría de los sobrevivientes desolaron la ciudad. Para los pocos que se quedaron, había carrozas que patrullaban las calles con avisos que decían “traiganos sus muertos”, a los cuales la gente les entregaba a sus familiares difuntos para que fueran enterrados fuera de la ciudad. Hasta a Hamilton le dio, pero vivo para contarlo2.

casa presidencial Philadelphia

La casa presidencial en Philadelphia mostrando las calles desoladas. Incluso tuvieron que hacer sus reuniones de gabinete fuera de la ciudad.

Foto bajo el Dominio Público via Wikimedia Commons

Cuando se recuperaron de esta epidemia, a pesar de que la tensión había bajado, los problemas aún estaban allí. La guerra en Europa todavía existía y Jefferson todavía odiaba a Hamilton. Pero al parecer Jefferson había tirado la toalla. Renunció a su cargo de ministro y anunció su retiro de la política3. Jefferson quizás engañó a algunos con este anuncio, pero Adams y Hamilton sabían muy bien lo que esta víbora estaba tramando. Él simplemente estaba haciéndose a un lado hasta que las cosas se calmaran, para poder lanzarse como presidente en las próximas elecciones. Adams, una vez más, lo supo resumir muy bien: “las plantas políticas crecen en las sombras”... y sí que lo hacen...

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La Rebelión del Whiskey

Otra situación que estaba ligada a la influencia francesa en el partido Republicano fue algo a lo que se le llamó la Rebelión del Whiskey. Al parecer algunos Republicanos comenzaron a envenenarle la cabeza a los destiladeros de Pennsylvania para crear disturbios. Casi que se vuelve un asunto internacional siendo que algunas personas estaban siendo sobornadas para que la situación se manipulara en beneficio de los intereses franceses, pero a fin de cuentas no pasó a mayores. Este era un asunto que le causaba preocupación a Hamilton siendo que él fue quien implementó el impuesto del whiskey, y con su actitud de echao-pa’lante, Hamilton inmediatamente habló con Washington y Knox (el Ministro de Guerra) para encontrar una solución.

En un par de días reunieron un ejército de 13,000 hombres para contrarrestar los disturbios. Washington inclusos se puso su uniforme de guerra—y con esto se convirtió en el primer, y único presidente que haya supervisado directamente a un ejército. En cuanto a Knox, este se inventó una excusa de querer decorar su casa y se fue de vacaciones justo después de que este ejército se armó4. Tan estúpido como suena eso, fue algo que le dio a Hamilton un beneficio importante, ya que en vista de que no había reemplazo, él se volvió el Ministro de Guerra provisional. Obteniendo así un control total de la situación.

Washington tenía todos los deseos de resolver esto de una forma pacífica, pero Hamilton sabía que que esta situación requeriría mano dura. Y tenía razón. Después de un par de intentos de negociación, se hizo claro que una acción militar era necesaria, y el ejército galopó hacia Pennsylvania con Hamilton al mando—apesar de que su esposa estaba teniendo dificultades con su embarazo y su hijo estaba enfermo.5

Una vez más, Hamilton estaba galopando al lado de su mentor, con un ejército a sus espaldas, pero esta vez fue Hamilton quien encendió el espíritu de guerra. Él era quien daba las órdenes mientras Washington en silencio observaba (probablemente muy orgulloso de su pupilo).

George Washington Fuerte Cumberland Maryland Pennsylvania rebelión whiskey Hamilton Hércules en el campo

Esta pintura muestra a George Washington y sus tropas muy cerca del Fuerte de Cumberland en Maryland, antes de marchar hacia Pennsylvania para suprimir la rebelión del whiskey.
La pintura muestra a Washington en frente, pero cuando se leen los recuentos de este acontecimiento es muy claro que Hamilton en esta ocasión era “el Hércules en el campo”.

Foto bajo el Dominio Público via Wikimedia Commons

Esto era todo un poco riesgoso en términos políticos, un ejército así, puede ser visto como opresivo, y peligrosamente similar a las tendencias de una monarquía. Sin embargo, Washington se tomó el riesgo y el resultado fue totalmente a su favor. Mientras galopaban hacia el pueblito en que las manifestaciones estaban siendo llevadas a cabo, los rebeldes anunciaron su renuncia incluso antes de que Washington llegara. Ciento cincuenta personas fueron encarceladas y los líderes sentenciados a muerte. Pero con un toque magnífico de implementación constitucional, Washington el magnánimo les concedió un perdón presidencial.

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El tratado de Jay

Luego, lo inesperado sucedió… ¡Hamilton renunció también!

Sí, yo se, ¡Que lástima! Pero su esposa había perdido el embarazo y él decidió que ya había sacrificado demasiado por su país adoptivo. Con esto, Washington había perdido a su arma más afilada.

¡Knox tambien renunció! Aunque este era de esperarse siendo que desde que Knox se desapareció para la rebelión del whiskey, Washington le había dado una ley del hielo que solo él sabía implementar. Al parecer Knox perdió el entusiasmo—o quizá quería decorar su casa a tiempo completo… No lo se...

Pero la gota que derramó este vaso de malas noticias fue el “Tratado de Jay”6. ¿Se acuerdan de John Jay? ¿El estadista brillante que se inventó las tres ramas del gobierno? Bueno, pues Jay había sido enviado a Inglaterra para negociar un tratado que calmara la tensión que la Revolución francesa había causado entre Estados Unidos e Inglaterra, y el tratado que negoció favorecía a Inglaterra mucho más de lo que favorecía a los Estados Unidos. Dándoles a los Republicanos de donde agarrarse para formar una oposición feroz.

panfleto tratado de Jay Philadelphia 1795

El panfleto que contiene el tratado de Jay. Publicado en Philadelphia en 1795.

Foto bajo el Dominio Público via Wikimedia Commons

Apesar de la controversia, el tratado de Jay cumplió con su cometido. La misión principal era convencer a los Británicos que dejaran de atacar naves Estadounidenses que pasaban por el canal de la mancha—ya que los Británicos pensaban que les estaba llevando ayuda a Francia, y muchas veces las atacaban sin prueba alguna. El tratado detuvo esta práctica, pero a cambio favorecía a las importaciones Británicas hacia las Colonias (sin favorecer a las Importaciones Estadounidenses hacia Inglaterra), e incluía otros sacrificios con los que los Republicanos obviamente no estaba de acuerdo. Apesar de todo, Washington consideraba que este tratado era el mejor tratado que se podía negociar en el momento—para prevenir una guerra con Inglaterra. Pero como era de esperarse esto creó mucha tensión en los Estadounidenses que simpatizaban con Francia—e incluso disgustó a los Franceses. Ese disgusto introdujo un conflicto al que Adams llamó una “quasi‑guerra” con Francia.

El tratado de Jay definitivamente le quitó a Washington cualquier inmunidad que le quedaba hacia la opinión pública. Después de este punto, se le estaba atacando personalmente a él, incluso acusándolo de traicionar a la Revolución. Sí, Washington un traidor de la Revolución, ¿como no?

Los ataques más fuertes venían de los Jeffersonianos, quienes eran los principales responsables de la cara desgastada que Washington tenía hacia el final de su segundo mandato. Y a pesar que era legal lanzarse para un tercer término presidencial7, Washington ya no aguantaba más.

desgastado George Washington final su segundo mandato retrato por Rembrandt Peale

Un desgastado Washington hacia el final de su segundo mandato. Retrato por Rembrandt Peale.

Foto bajo el Dominio Público via Mount Vernon

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Adios

Washington cerró su segundo periodo con un discurso de despedida magnífico que Hamilton le redactó, el cual podía ser leído de dos formas: por un lado se podía ver como una pieza de ilustración inspiradora con consejos muy valiosos para los Estadounidenses—con un tono de unidad y prosperidad. PERO, por otro lado se podía leer como un documento lleno de mensajes subliminales anti‑Jeffersonianos. Nadie podía con certeza señalarlo, pero el tono condescendiente hacia los Republicanos estaba allí—disfrazado de palabras sabias y prósperas.

Como sabrán, Adams fue elegido presidente, con Jefferson de vice‑presidente9. En el día inaugural (el último día en que Washington se despertó en Philadelphia), Washington le concedió la batuta a Adams, y miles de personas se reunieron para decirle adiós al padre de la nación. Cuando llegó la hora de irse, Washington se subió a su carroza (rodeado de aplausos y lágrimas), y recorrió unos doscientos metros—solo para voltear la cabeza y darse cuenta que cientos de personas todavía lo estaban siguiendo. Levantó su mano una vez más, y una explosión de aplausos se oyó en honra del primer presidente por una última vez.


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De vuelta en Mount Vernon, los últimos veinte años parecían un sueño. George y Martha todavía recibían visitantes constantemente—claro que no tantos como después de la guerra. Un día, mientras cenaban, Washington cayó en cuenta que habían pasado veinte años desde la última vez en que él y Martha habían cenado solos. Me parece que eso habla montones sobre el estilo de vida del cual habían sido prisioneros desde que Washington viajó a Pennsylvania en 1774 para el primer Congreso Continental. Pero ahora Washington tenía 66 años, y estaba de vuelta en su hogar—esta vez para quedarse.

Desafortunadamente los problemas en Mount Vernon todavía estaba allí. Washington aún estaba lidiando con una deuda abrumadora, y había tenido que arrendar la mayoría de las edificaciones de Mount Vernon—reduciendo su espacio de vivienda a una sola granja (mansión). Debió haber sido muy duro para él, ver como su mini‑imperio se le desmoronaba en las manos—¿Y a qué costo? Ah, verdad… A cambio de Los Estados Unidos de América...

Mount Vernon era como ese perro viejo que uno sabe que pronto va a morir pero aún así uno quiere darle una vida digna hasta el final. Los Estados Unidos por el otro lado, eran como el hijo adolescente que ya entró a la universidad, quien quiere ser independiente, pero de vez en cuando (inevitablemente) viene a la casa de los padres por consejos8. Esto de hecho sucedió, Adams estaba teniendo problemas con su quasi‑guerra con los Franceses, y en vista de esto, Washington lo invitó para que tuvieran una “charla”.

Durante su charla, las intenciones de Washington fueron inmediatamente detectadas (y aprobadas) por Adams. Si hubiese una guerra (de verdad), él quería ser el Comandante de las tropas. No solo eso, también quería que Hamilton fuese el segundo en comando. Suena como los viejos tiempos ¿no?...Pues no exactamente, la guerra nunca sucedió, pero solo la posibilidad de una guerra, creó aún más tensión entre los Republicanos y los Federalistas. En parte porque había dudas sobre si aquellos soldados que se consideraban Republicanos demostrarían lealtad—siendo que el “papa” y el “arzobispo mayor” de los Federalistas estarían a cargo de este ejército. Y había otra cosa, a Adams (el presidente) no le gustaba la idea de que Hamilton fuese el segundo en comando, no solo porque Hamilton no le caía muy bien, sino también porque había otros generales con mejor rango que Hamilton. De cualquier forma, las tensiones se calmaron, la paz fue negociada y el ejército nunca se usó—aunque Hamilton aprovechó ese impulso para crear su propia Academia Militar.

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